jueves, 11 de agosto de 2011

Claudio Maria Dominguez

No hay diablos con tridentes clavándonos en el fuego eterno. La ignorancia de nuestra potencia infinita es el infierno. Esta desazón y angustia brutales por no llegar a lo esencial es el infierno, esta falta de piedad y de compasión por uno mismo, reflejadas en el trato que le damos a los otros, es el infierno. La visión de la oscuridad en lugar de la luz resplandeciente que es nuestro derecho natural, es el infierno. NO es el infierno de las profecías, el del Papa, el de los fundamentalistas. El verdadero infierno, es vivir en determinadas condiciones cuando el corazón se ha secado y no podemos expresar amor. Cuántas veces habría que decir amor, sentirlo, exclamarlo, hacer que brote de cada poro, en cada aliento, a cada paso. Sólo el amor le da sentido a todo. Sin amor, el planeta es lo que es, una mera negociación entre mentes absurdas, que creen que existen, cuando son sólo meros reflejos de ese infierno tan temido.

Es hermoso, maravilloso....

Hasta pronto!