martes, 26 de octubre de 2010

Decisiones

Toda nuestra vida gira en torno a las decisiones que tomamos. Una decisión puede significar el principio y el final a la vez para cosas distintas. Y a veces no nos damos cuenta. Conviene no darle demasiadas vueltas y así no cuestionarnos lo incuestionable, lo que, después de meditarlo largo y tendido, nos lleve al principio y nos haga recorrer un inútil rodeo para llegar al punto de partida.

Y ahora... ¿Qué harías si perdieses algo muy preciado, de lo más preciado de tu vida? Algo que te parece imprescindible para vivir, pero ¿sin lo que te ves obligado a seguir? Supongo que la reacción del maravilloso genoma humano es, como cuando una especie cambia para adaptarse al medio, seguir adelante. Achicar el agua de nuestro barco que se hunde en lo más profundo del olvido y el dolor... Pero bueno, como con el Titanic, pasado un tiempo tampoco se recuerda tanto. Además, todos los sentimientos que en él estaban se pierden con el paso del tiempo; cada vez más hasta que por último... desaparecen. Todo comienza por verlo como algo pasado... algo que no tuvo que ver con nosotros, y acabar por negarlo mentalmente, por no llegar a creernos que pudimos llegar a sentir tanto hacia alguien.

La vida del que busca amor es eso, un barco a la deriva, en busca de un puerto. Eso sí, no sólo un simple puerto, sino un puerto que lo proteja de la tempestad, unos brazos que le curen la tristeza, unos labios que te hagan como... levitar.

Y gran parte de la satisfacción yace en navegar a la deriva, hasta divisar tierra, hasta dejar de toparse con mar y más mar, donde a pesar de plantar semillas, nada crecerá.

El eterno amanecer de un sentimiento que nace de la nada y muere en la nada, pero que crece con esperanza e ilusión en la inmensidad de nuestro corazón.
El deseo de prevalecer ante el desgaste del tiempo, aún luego de nuestra muerte, aunque sólo sea por nuestra historia de amor.
Solo eso, nunca olvidemos quien somos en este mundo.

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