viernes, 20 de enero de 2012

Nietzsche

Adoptemos una posición distante, la cumbre de la montaña, y observemos juntos. Allí, a lo lejos, vemos a un hombre, un hombre de mente inteligente y sensible a la vez. Observemos lo. Quizá alguna vez haya contemplado con mirada profunda e intensa el horror de su propia existencia. ¡Quiza haya visto demasiado! Tal vez haya tropezado con las fauces devoradas del tiempo o con su propia insignificancia (el no es sino una mota de polvo) o con la transitoriedad y la contingencia de la vida. Su miedo ah sido terrible desde el día que descubrió que la lujuria apaciguaba el miedo. Por lo tanto, dio la bienvenida a la lujuria y ésta, competidora despiadada, dominó todos sus pensamientos. Pero la lujuria no piensa: anhela, recuerda. Y este hombre empezó a recordar con lujuria a Bertha la lisiada. Entonces dejo de mirar a lo lejos para pasarse el tiempo recordando prodigios, como movía Bertha los dedos y la boca, como se desnudaba, hablaba y tartamudeaba, como andaba cojeando. Toda esta banalidad acabo consumiendo su ser. Las grandes avenidas de su mente, construidas para ideas nobles, se llenaron de basura. El recuerdo de los grandes pensamientos de antaño se fue apagando hasta desvanecerse. Y sus miedos también se desvanecieron. Solo se quedo la inquietante y corrosiva sensacion de que algo iba mal. Intrigado, busco la fuente de tal ansiedad en el estercolero de su mente. Y así lo encontramos hoy, removiendo el estiércol, como si en él se encontrara la respuesta.

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Texto extraído del libro EL DÍA EN QUE NIETZSCHE LLORO by Irvin D. Yalom

No esta de mas recomendar a toda aquella persona que no haya leído este magnifico libro.

Sean felices y espero que disfruten del libro.

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