jueves, 30 de diciembre de 2010

Al borde del abismo

El hotel abandonado de la villa silenciosa en la ribera del lago; la sonrisa entre aire y mar, deseando alcanzar lo más alto tirándose hacia el abismo; las ganas de llegar amenizadas por un rayo de sol. El frío reconfortante reinante en la llanura de tu piel culminada por la suavidad de tus labios. Esa vida que desprendes al abrir la boca mientras afinas las cuerdas de tu música.

Estamos aquí, al borde del precipio. Si miras abajo lo verás.
-¿El qué?
La nada. Eso es lo que nos pasará si pasa el tiempo. ¿No tienes miedo?
-No lo sé, primero tendré que caer para contestarte.
Ya estamos cayendo, ¿qué tal te sientes?
-No siento nada, ¿es eso normal?
Puede, aunque... jamás he hecho esto antes. Supongo que como yo quieres sentir tanto que... nos atrofiamos, nuestro cerebro permanece impasible.
-Bésame.
¿Por qué? ¿Acaso no quieres dejarme marchar?
-Sí, pero entre mis brazos. Que viajes a todos aquellos lugares en los que siempre has querido estar.
¿Por siempre?
-No, por tan sólo una noche, eso te doy, ¿qué dices?
Más vale el recuerdo de lo breve que de lo inexistente. Ya sabías mi respuesta antes de decírtela, así que... ahora me toca a mí: ¿por qué me hiciste todo aquello?
-Creí que con mi cuerpo y un par de palabras podría pararte pero... ya veo que no es posible seguir como he hecho hasta ahora.
Anda, no quiero saberlo. Déjame que te ayude: ¿cómo te sentías cada vez que hablábamos, cada vez que te hacía llegar alguna cosa mía? ...cuando pasaba tanto tiempo sin hablarnos, sabías que te esperaba cada viernes en nuestro banco del parque y no aparecías. ¿Qué sentías?
-¿La verdad?
Siempre
-Está bien. Indeferencia.
¿Qué?
-Lo que oyes, ni más ni menos que eso, no sabía como pararte, no había nada con lo que alejarte, hasta me daba vergüenza pronunciar aquellas odiosas palabras que sé que has oído tantas veces que... aquí me ves, ofreciéndome a tí.
Ahora empiezo a entender... todas las piezas coinciden, todo tiene sentido, como el que dio con la fuente de su dolencia entre sufrimiento y miedo. Así que eso era con lo que no lograba dar... He estudiado psicología y... creía estar preparado para todo esto.
-No sé qué decir... supongo que lo siento.
No te culpes, no has sido tú, he sido yo. Piénsalo, ¿cómo comenzó todo? Me acerqué a tí. Te vislumbré y lo supe todo. Fue como si pudiese imaginarme a mí en medio de fotos cayendo en las que aparecíamos los dos, retratados en acontecimientos que serían claramente del futuro. Yo te obligué a pasarlo mal por mí, aún sin darme cuenta.
-Pero...
No, tranquila, déjalo, solo escucha. Siempre te quise, pero... mi tiempo ya pasó. Todo tiene su fin, y este sin duda es el mío.

Aproximándose poco a poco al filo del abismo, giró la cabeza. Congeló la imagen que vio de aquella venus con diamantes cayendo entre sus hermosos gestos. Se dejó caer. Diez segundos de paz indescriptible, secundados por un gran golpe, como de una sandía al caer desde muy alto. Creía haber muerto pero... la inercia lo había perdonado. La física había tenido un salto en aquella coordenada, se le había perdonado la vida sin saber por qué.

Subió por las rocas y tras un grito que hizo virarse a aquella silueta de princesa que se iba difuminando, corrió hacia ella y cuando la tuvo delante, la besó apasionadamente.

-¿Qué ha pasado?
Calla, él ha muerto. Ahora soy verdaderamente yo. He recibido la redención. Te quiero y jamás te perderé.

Y sin pronunciar una palabra más se alejaron del lugar para vivir con intensidad lo que el uno al otro se habían vetado encerrados en sus fueros internos: amor y libertad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario