miércoles, 30 de marzo de 2011

Imaginandome

Y rápidamente la conversación quedaba enterrada bajo la fauna que de forma crecía bajo nosotros, elevándonos cada segundo unos centímetros más. Como un ascensor celestial que poco a poco nos llevaba a lo más alto. Todo ello para presenciar la mayor de las bellezas, paisajes sin límites, sentirse abrumado sin saber a dónde mirar primero, qué hacer para memorizar todo ello.
Pero como todo lo que llega a un límite, tenía un final. Encerrados en un beso, eramos ajenos a lo que nos envolvía. Como si dejásemos la percepción para el resto del mundo, concentrándolo todo en un punto, para un fin.
Un impacto. Pitido. Como ahogados por la percepción que habíamos dejado de lado y ahora nos abordaba, abrimos los ojos. Todo era absolutamente grotesco. Como algo tan jodidamente precioso podía tornarse tan de repente en una imagen del infierno que todos siempre tenemos en mente.
En cualquier caso, pronto comencé a perder el control. Mi cuerpo, desviándose del camino que seguía mi mente, me abandonó. Sólo era capaz de mantener esa unión eterna que simbolizaba con mi mano, sujetando la suya.
Estaba sonriendo.
Había pasado por mi mismo razonamiento, lo sabía. Aunque su corazón no latiese, lo sabía.
Esas voces de niños riendo, de tu propio primer llanto al nacer, todo a la vez, se unieron para despedirme.
Más allá de la felicidad de algunos animales, residente en la monotonía y relativo a lo cíclico, comprendí que no podíamos mantener la felicidad, aferrarnos a ella.
Me parece un trato justo. Alcancé ese final, ese sentimiento, ese momento, ese beso...cobré un bien demasiado preciado como para poderlo pagar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario