miércoles, 3 de noviembre de 2010

La cruel realidad

Cada día estamos más divididos ante los apremiantes temas que desbordan la realidad nacional. Pareciera que la inseguridad o la pobreza no son suficientes motivos como para despertar las inquietudes necesarias para el acuerdo en las estrategias y modos de abordar las soluciones en la defensa de un país en total urgencia.
El cruce de agravios y peleas nos hace ver como poco menos que incivilizados. Mejor sería ocuparnos del hambre que es causa importante -no única- de la inseguridad. Que la Justicia sea justa en sus decisiones. Que los legisladores legislen las leyes adecuadas. Que el Ejecutivo ejecute con sentido común. ¡Que la democracia funcione bien! Sin embargo, las condiciones de subdesarrollo cada vez más evidentes (más allá de los tramposos números estadísticos macroeconómicos) son el caldo de cultivo para sembrar situaciones de violencia, desesperación, de quien, marginado, no tiene futuro. Los jóvenes de la clase media, que aún con estudios y adecuada formación, están a la deriva.
¿Qué podemos esperar de los millones de pobres que están en la miseria? ¿Qué pasará con tantos niños que entre paco y abandono, en poco tiempo saldrán a las calles a puro fierro a recuperar lo que los dirigentes de hoy les arrebataron al no hacer? ¿y toda la sociedad pagará? ¿En qué cárcel y bajo qué Justicia los responsables de hoy y de ayer pagarán el oprobio, el daño económico, social, cultural y psicológico de una generación entera?
Un encubierto y lento genocidio por el sólo hecho de no abandonar las posturas extremas y no entender que juntos, haremos más y mejor.

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