viernes, 26 de noviembre de 2010

Sueños que se hacen realidad...

Un águila real. Ése era el animal de su alma. Lo veía todo desde lo alto, pero le era más dificil recorrer las distancias que había hasta donde quería llegar, que vislumbrar los lugares en sí. Amaba los detalles, los recordaba con toda claridad: tenía presentes frases de distintas personas palabra por palabra grabadas en la mente. Y luego descubría ser el único en recordarlo.

Su imaginación volaba más alta que ninguna, le fascinaba lo onírico: con una mirada ya era capaz de soñar, un gesto, una palabra, una confesión... Verdaderamente era afortunado.

La libertad era apabullante, lo intimidaba la inmensidad. Ya cuando era joven tenía varias imágenes grabadas en la mente y otras en el papel, a las que sin duda alguna le sería imposible ponerles un precio.

Su nivel de bienestar aquella tarde de invierno no tenía límite. Se sentía mejor que nunca, y eso que había creído que el apogeo ya había pasado. Extenuado, decidió cerrar los ojos, tumbado en su cama. Y, por el contrario de lo que suele pasar, en vez de sólo cubrirse el mundo con un manto negro y ya está, comenzó a ver más allá que nunca, una ventana se abrió hacia otra tierra: Empezó a soñar. Era todo tan armonioso, tan relajante... superaba con creces la sesión de relajación que había tenido una vez, imaginándose en una playa paradisíaca, con quien quisiese estar... Tan contento y a gusto estaba, que abría los ojos, pero no lograba ni quería mantenerlos abiertos durante más de 3 segundos seguidos. Se sentía prisionero en su propio cuerpo, amaba estar allí dentro.
Además, que no pudiese moverse físicamente, no le impedía dirigir sus sueños; o al menos esa la impresión que tenía, que debido al cansancio, los sueños no eran más que pensamientos, fantasías y deseos con una niebla satisfactoriamente onírica. Y aunque al rato de levantarse de la cama lo olvidó todo, el sentimiento de gratitud y felicidad perduró.

Sus delirios habían tenido sentido: vivir recordando y pensando constantemente había tenido sentido, y recompensa. La había conocido. Las coincidencias empezaban para él a no serlo tanto, a tener sentido.

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